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"¡¡Socorro que me ahogo en el matrimonio!!"
-¿En el matrimonio?...¿Y por qué?-
Todo el que se embarca en él se supone que es "libre y voluntariamente", se supone que lo hace porque lo considera algo "bueno", se supone que quiere que sea "para toda la vida", no por obligación, sino porque amas al otro...y no hay otro..., se supone que es para "ser feliz".
La realidad es que, si uno quiere que todo salga según sus suposiciones, debe dejarse la piel y luchar cada día, porque esa lucha es el oxígeno que necesita el matrimonio...sin él, no se hace el ancho de la piscina, ni se llega a la superficie...sencillamente, el matrimonio se ahoga y muere.
Esto es dificilísimo, no hay que engañarse, cuando digo luchar...lo digo con pleno convencimiento y además, hay que hacerlo con uñas y dientes. Sencillamente, porque, cuando el matrimonio avanza y lo que era extraordinario en el otro se convierte en habitual, cuando la pasión se transforma en anécdota y "el otro y el para siempre" pasa a ser "si me conviene y cómo me convenga"...entonces, lo que pide el cuerpo es cortar por lo sano y santas pascuas...y si no luchas, eso es lo que ocurre, lo podemos ver en nuestro entorno, en las noticias y en las estadísticas.
Esto, aunque duro, no es algo malo, ni negativo...las personas están programadas para la lucha y la superación, tirar la toalla, va en contra de nuestra propia naturaleza por lo que, aunque tirar la toalla se presente ante nosotros como una vía de escape, siempre...va a ser motivo de frustración y mucho sufrimiento.
Cuando las crisis en el matrimonio llegan...y llegan...no hay recetas mágicas, lo que sí hay es ingredientes para poder solucionarlas y con ellos, es con los que uno puede ponerse manos a la obra y lograr un gran menú...cada uno puede elegir los ingredientes a su gusto, porque al final, no hay dos platos iguales, cómo no hay dos matrimonios ni dos personas iguales...
Yo propongo estos...que son mis favoritos y para mí, esenciales:
- Mucho "tú" y poco "yo"
-Una gran cucharada de "humor"
-Una pizca de "aventura".
-Una buena dosis de "diálogo".
-El ingrediente secreto: "tener fe".
Mezclar todo con mucha "voluntad", bajo ningún concepto añadir "no vale la pena" (el "no me apetece" lo deja sosísimo). Hornear todo a 180 grados y esperar pacientemente a que suba la masa. Si vemos que se está tostando mucho por arriba, podemos tapar un poco con papel de "paciencia". Cuando esté en su punto, desmoldar...¿Cómo sabremos cuando está en su punto?
Aquí está la clave: Hay que poner todo en manos de Dios...y saber esperar.
Es un pastel que disfruta toda la familia...el favorito de los hijos, el más sano y el más apetecible de preparar en las "tardes de lluvia".
Sabe riquísimo después de bucear unos cuantos anchos...