martes, 29 de junio de 2010

¡TÚ, SI QUE VALES!



Ayer recibí un correo de esos que hacen pensar. Es una historia real y en estos tiempos en los que el valor de la vida está en entredicho, en que la importancia de la persona en sí misma no se estima si no es términos de "productividad", me pareció especialmente valiosa.

Todos tenemos algo que nos hace únicos y diferentes, algo que marca nuestra existencia y la de las personas que nos rodean. ¿Lo valoramos?, ¿Estimamos la vida o la despreciamos? Por desgracia, esta cadena se rompe y muchas veces, no somos conscientes de las consecuencias o no podemos preverlas, y en otras ocasiones, como ocurre con el aborto o la eutanasia, nuestras acciones, además, no tienen vuelta atrás.

El correo contaba un proyecto llevado a cabo por una profesora en el último curso de Secundaria, en un Instituto de Nueva York. Al finalizar el curso, llamó a los alumnos de su clase uno por uno para condecorarles y decirles la diferencia que cada uno había aportado a la clase y a ella, de modo personal. Les entregó un pequeño lazo azul con letras doradas, en el que se podía leer:

"Who I am, makes a difference" (Quién yo soy, marca la diferencia)

Luego, decidió hacer un pequeño experimento para ver el impacto de esta experiencia en el barrio, y entregó a cada alumno tres lazos para que repartieran uno a aquella persona que fuera especial para ellos, y le entregaran los otros dos para que esta persona siguiera la cadena. En una semana, pondrían en común en la clase el resultado de su experiencia.

Uno de los alumnos decidió ir a una empresa de la zona donde uno de los jefes de proyecto le había asesorado y ayudado a la hora de decidir su futuro profesional y como encaminar sus estudios. Le explicó que su ayuda y su colaboración le habían servido de mucho para orientarse y que gracias a su ejemplo iba a cursar Adminstración de Empresas. Le entregó los otros dos lazos azules y le pidió que hiciera lo mismo que él había hecho.


El ejecutivo se sintió muy reconfortado y sorprendido por la muestra de agradecimiento de este alumno y decidió ir al jefe de la compañía, un hombre bastante hosco y parco de palabra, para agradecerle la oportunidad que le había dado en su día cuando le contrató y expresarle su admiración por ser un "genio de la creatividad", capaz de mover a todo un grupo de gente y crear un producto exitoso.
El jefe no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, pero aceptó agradecido el lazo azul que le entregaba su empleado. Éste, por último, le entregó el tercer lazo azul y le explicó que todo ello formaba parte de un proyecto de fin de curso del Instituto del barrio y que, por favor, entregase el lazo a una persona que él admirase y valorase especialmente.


El Director de la empresa, tomó también este lazo. De camino a casa se preguntaba a quién podía entregarlo. Cuando abrió la puerta, encontró en el salón a su hijo de catorce años sentado en el sofá. Se sentó junto a su hijo y le habló:

"Mira hijo, hoy me ha pasado algo realmente extraño en el trabajo, uno de mis empleados me ha regalado este lazo azul y me ha dado las gracias por haberle dado su primera oportunidad. Me ha dicho que yo había sido una persona importante y especial para él, ¡Fíjate, cree que soy un "genio creativo"!. Luego me ha puesto este lazo azul que dice: "Quién yo soy, marca la diferencia" y me ha dado este otro para que yo distinga a alguien con el mismo honor.
Hijo, mis días son herméticos, con largos horarios de trabajo. Cuando llego a casa, normalmente no te presto mucha atención, te grito por no haber terminado los deberes o por el desorden de tu habitación. De alguna forma, hoy quería sentarme aquí contigo y decirte que tú haces la diferencia para mí. Además de tu madre, tú eres la persona más importante para mí, eres un gran chico y te quiero".


En ese momento, el chico empezó a llorar desconsoladamente, con la cara entre sus manos. Estaba en shock. Entre lágrimas, miró a su padre y le dijo:
"Papá, ayer por la noche, estaba solo en mi habitación y decidí escribiros una nota a ti y a mamá explicándoos lo que iba a hacer con mi vida y pidiéndoos perdón. Pensaba suicidarme esta noche cuando estuvierais dormidos. En verdad no pensé que yo os importara mucho. La carta está arriba, en mi habitación, pero ahora, creo que ya no la necesitaré realmente".

El padre, asustado y aturdido por la respuesta de su hijo subió rápidamente a la habitación y encontró la carta sobre la cama. Era una carta desesperada, llena de angustia y miedo. Junto a ella, bajo la almohada encontró una pistola, la que guardaba en la caja fuerte".


Al día siguiente, este Director, cuando volvió a su empresa estaba transformado. Desde aquel día se esforzó por no ser tan distante de sus empleados y valorar a cada uno según sus cualidades, haciéndoles ver por qué marcaban la diferencia.
El joven empleado siguió realizando tareas de formación y asesoramiento a jóvenes de secundaria. Nunca olvidó decirles por qué ellos marcaban una diferencia en su vida.
En consecuencia, los alumnos de aquella clase de Secundaria aprendieron una valiosa lección:


"Quién tú eres, SÍ marca la diferencia"

Este post es una invitación a sentirnos valorados y a valorar a los que nos rodean, que, muchas veces, son los que más nos pasan desapercibidos. Porque esto, sí tiene remedio y es necesario, porque de que lo hagamos o no, dependerán sin duda muchas cosas, entre otras, quizá, salvar una vida. Espero que os haya gustado.