martes, 22 de septiembre de 2009

EL SEÑOR SOSTIENE MI VIDA


He retenido en mi mente el versículo que se repetía en el Salmo de la Eucaristía del domingo: "El Señor sostiene mi vida".

La verdad es que a pesar de ser algo que de sobra he experimentado, nunca deja de asombrarme cómo esto se cumple en cada momento de mi vida, en los malos y en los buenos.

Parece que creer en Dios es cosa de débiles..."un refugio", "algo a qué agarrarse", "una pildorita"... Por otra parte parece es algo que sólo sirve cuando las cosas van mal...porque si todo va sobre ruedas, ¿Por qué me voy a acordar yo de Dios...acaso lo necesito?

La fe, creo yo, es algo más grande...algo que no depende de momentos, ni de circunstancias, la fe es algo cotidiano, que pasa a formar parte de nosotros de un modo misterioso...porque quizá no está en nuestra mano el encontrarla, pero una vez que se tiene experiencia de ella...jamás se olvida.

Recuerdo hace años en la subida al Cebreiro durante el Camino de Santiago, me habían quitado la cantimplora en el albergue la noche anterior y, en aquella época, había una fuente al empezar la subida y luego...hasta casi el final, nada.

A pesar de que no iba sola, me quedé bastante atrás del grupo, y en un momento dado, sentía tanta sed y estaba tan sumamente exhausta que no creí poder conseguirlo...Pedía a todo el mundo un poco de agua, pero a casi todos se les había acabado o les quedaba tan poca que no se atrevían a compartirla...Se pasa fatal, ¿Habéis sentido verdadera sed alguna vez?...Esta experiencia para mí, podría compararse a una vida sin fe.

En el momento crucial en el que parece que te vas a caer redonda y sientes una presión el pecho a causa del esfuerzo y la rabia...el no entender que nadie te de ni siquiera un poco de agua...una voz, venida de no se sabe dónde y una palabra pronunciada por no sabes quién...te dice: "ánimo, yo ya he pasado por aquí antes y a unos metros llegaremos a una fuente"...Y es que la fe, así se gesta...por un anuncio...por una palabra...por un pequeño soplo de vida.

Eso no te salva, no es magia...pero te da el ánimo suficiente para seguir un poco más y llegar a esa agua tan ansiada...y saciarte, tanto...como si nunca hubieras bebido antes...

Y si preguntases a esa persona que te guió a la fuente..."¿Como te llamas?" y te dijese...Yo soy Jesús, Hijo de Dios vivo...¿le creerías?, y si te dijese..."Mi padre me ha enviado para que no tengas más sed", ¿le creerías?...

Y es que cada persona tiene un momento en su vida para decir "si"...y creer...el resto, lo hace Dios.

Por eso, a la luz de acontecimientos en mi vida, en los momentos donde quizá me ha faltado el agua...he recordado que un poco más arriba, en el camino, está esperando la fuente...pero en otros cómo ahora, donde el agua mana abundante, veo la sonrisa de aquel caminante que me guió hasta ella, y desde la humildad de saber que es un regalo, yo también sonrío.

La fe, para mí es poder decir..."El Señor sostiene mi vida", porque lo experimento y porque a pesar de ser como soy...Él sigue aquí...y me permite estar bien o mal...sin olvidar que Él está.

Y estoy feliz sí...es un momento estupendo...y disfruto de este trago de agua con agradecimiento...¡¡Claro que sí!!...¿Por qué no decirlo?