viernes, 12 de marzo de 2010

EN UN INSTANTE



La vida son instantes, momentos cosidos con hilo y aguja como una colcha de retales o una bufanda kilométrica. Normalmente el tejer no se detiene, pero a veces, pequeños nudos o simplemente, la necesidad de cambiar el hilo, nos hacen detener el trabajo. Luego este sigue adelante, a veces con sus errores, a veces de forma magistral...La vida es una incógnita de principio a fin, tan sólo podemos centrar la mirada en el momento presente.

Ahora estoy aquí. No podía creerlo cuando la puerta se cerró detrás de mí. El cuarto estaba en penumbra, silencioso. Por los huecos de la persiana entraba la luz de primera hora de la tarde iluminando agradablemente la estancia. Podía vislumbrar cada rincón y respirar el aroma a sábanas limpias y ropa recién planchada. Todo era paz, imposible no disfrutar de aquel momento. Sentí la tentación inesperada de zambullirme en la cama, cómo si de una piscina se tratase y permanecer flotando sobre ella por tiempo indefinido, queriendo que aquello no acabase...

Fue un instante, rápidamente vino a mí el peso de la realidad y el tic-tac del reloj, que aquella tarde sonaba aún más cercano y plomizo, se hizo presente cómo una certera cuenta atrás.

Debo hacerlo. Cierro los ojos y siento cómo todo empieza a girar vertiginosamente; mi pulso late con fuerza, me mareo, pero hago una profunda respiración y me acerco al escritorio de madera sin más vacilaciones...

Empiezo a escribir y las letras se agolpan confusamente en mi cabeza, pienso en ellos...en los pequeños y me vuelvo frágil, pero me invade una especie de droga, de sensación que me sobrepasa, es algo que empieza y no se puede parar...En mi interior se entabla un combate entre el "¡No puede ser!" y el "instinto". Están en el Ring...ahora uno se reprime...pero vuelve una y otra vez cómo una necesidad insatisfecha que busca respuesta.

¡Parece una victoria!...el otro ataca, un par de golpes certeros...pero no, hay reacción... la realidad absorbe todo menos el pensamiento, que nunca para...fluye y va de un lado a otro, viaja y, hasta que no se libera, flota entre los acontecimientos, combatiendo, saliendo indemne o derrotado...pero sin descanso, preguntándose si su vuelo es quizá imposible.

Pasa el tiempo...y las manecillas giran sin descanso, el tic-tac del reloj se vuelve incluso insoportable hasta que todo acaba...y lo hace. Y la persiana, la ropa limpia y la cama de pronto se iluminan y cobran vida. Suena el teléfono, un niño llora...alguien llama a la puerta que, finalmente, se abre.

Sobre el escritorio, ante mí, apenas una pequeña hoja garabateada con pensamientos inconexos...pero es suficiente. Ahora ya está hecho. Alguien entra precipitadamente, me lo arrebata y sale corriendo.

No intento alcanzarle...no intento nada. Tan sólo abandono la estancia, cierro la puerta y me quedo aguardando antes de abrir mis ojos y descubrir la aguja entre mis manos y un largo pasillo cubierto por miles de retales que esperan impacientes el turno para ser entrelazados, porque el presente jamás se detiene...y jamas vuelve. En realidad es sólo, un instante.