jueves, 29 de abril de 2010

OXÍGENO MATUTINO



Hoy os voy a dejar un breve relato. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. ;)

La moraleja: "En la pausa, está la paz, y en la paz, la respuesta".

UNA MAÑANA CUALQUIERA


Con un imponente chirrido el portón de salida nos da los buenos días. El portero, solícito como de costumbre y enfundado en su mono azul, se pelea con un cristal intentando quitar cualquier huella o resquicio de suciedad con un trapo más bien mugriento.

-Buenos días, ¿Qué tal estamos hoy?-
-Buenos días Esteban…¡Niños! ¿Estáis sordos? Haced el favor de responder a Esteban-
-“Hooola”. (niños a coro).-

Salimos escopetados un día más, la manecilla del reloj es implacable; babis, mochilas, meriendas, -¿Y Pedro, dónde se ha quedado?-

Mientras camino calle abajo veo de reojo la figura del niño peleándose con la cremallera del abrigo atascada entre tanta prisa o tantas lágrimas.

-¡Señor! Esto es tremendo. Vais a llegar tarde. Puñetera cremallera, siempre tiene que dar la nota en el momento clave. Hoy si que no llegamos.-

Mi cabeza fantasea con la imagen de la Directora dándonos la bienvenida con cara de pocos amigos y esa mirada entre acusadora y altiva que parece decir: ”Vaya ejemplo, ¿a quién se le ocurre tener semejante prole?”

Un bocinazo me hace despertar, Luisa ha estado a punto de cruzar con el semáforo en rojo, -Por Dios hija, estate atenta.- Ella me mira desconcertada mientras señala con el dedo a una pandilla de ejecutivos que corre apresuradamente por el paso de cebra esquivando a los coches. Finalmente, uno de ellos mira hacia atrás, levanta su mano y lanza una disculpa antes de llegar a la acera: - Lo siento señora…la dichosa prisa.-

Por fin pasamos al otro lado de la Plaza, esto sí que es un maremágnum de gente y alboroto matutino. En la parada del autobús las niñeras esperan a que llegue el autocar del colegio, pertrechadas con sus carritos y parloteando en un idioma ininteligible…yo creo que es Quechua, pero, ¿Quién sabe? También, cómo cada mañana, está la señora que viste con colores exóticos y rimbombantes regalándonos un arco iris urbano. No faltan los adolescentes de turno; ruidosos, cargados de carpetas y papeles rumbo al Instituto. Tampoco el saxofonista rumano que parece vivir en esa banqueta raída día y noche. Nos saluda afectuoso esperando algo…los niños me miran esperando también algo…pero en ese momento sólo puedo bajar la mirada y devolverle el saludo con cierto remordimiento…de nuevo la “dichosa prisa”…
Junto a la boca de metro, la gente se agolpa agitada como si repartieran billetes de cincuenta, pero lo cierto es que tan sólo se ven un par de carritos decorados con un paraguas repletos de prensa gratuita…Los niños amenazan con salir corriendo desperdigados a ver qué pasa, hasta que, justo a tiempo, aparece en vecino del quinto con su imponente pastor alemán que lanza un par de ladrillos disuasorios y hace que todos retrocedan rápidamente a mi lado.

Doblamos la esquina y a lo lejos puedo divisar la imponente silueta del colegio como una banderola de meta. Los dos niños mayores ya han salido corriendo camino de clase. ”Adiós mamá, que si no nos van a mandar a la sala”.- -“De acuerdo chicos, que tengáis un buen día”.- Suelto un suspiro resignado mientras me adentro en el bullicio de padres y madres conocidos, la monjita de recepción, el profesor de educación física.y finalmente la Directora: “Buenos días…habéis llegado por los pelos…si es que con tantos…no me extraña”. Decido devolverle una sonrisa de compromiso, beso a los pequeños y salgo pitando.

Al cruzar de vuelta la entrada del colegio regresa la calma…respiro, conecto el móvil, reduzco el paso y me encamino a la oficina dispuesta a rebajar el exceso de adrenalina y a disfrutar de los quince minutos de paz más deseados del día.

En la Plaza reina también la calma…las niñeras se han ido, los carritos de prensa están vacíos y solitarios…tan sólo permanece el saxofonista enfrascado en una melodía melancólica. Abro el bolso, encuentro un par de monedas y las dejo en su sombrero. Recibo una mirada agradecida y serena…y continúo mi marcha pensando...-¡Ay…la dichosa prisa!-